Se habla del tiempo vivido, del tiempo perdido, del tiempo sufrido,
del tiempo amado, del tiempo pasado, presente y futuro.
Se habla del tiempo como si fuese algo tangible,
algo que pudiésemos meter en una botella y lanzar al mar,
algo que fuésemos capaces de recuperar a través de la memoria,
algo que pesa y que aligera el espíritu, todo a la vez, indivisible.
Pero siempre me he preguntado si acaso el tiempo existe realmente
más allá de esa nueva arruga que traen los años,
esa desazón de la tristeza rememorada,
o aquella alegría pretérita que nos hace sonreír.
Quizá el tiempo no sea más que una palabra,
de la que son presa mente y cuerpo,
de la que las almas no entienden.